La amante de mi marido exigió mudarse con nosotros. Acepté, pero omití un detalle crucial
La historia comienza a continuación
La aventura de mi marido duraba ya más de dos años y, aunque cada parte de mí quería marcharse, me quedé por el bien de nuestros hijos pequeños.
Entonces, un día, su amante se presentó en nuestra puerta, con las maletas en la mano, exigiendo descaradamente mudarse con nosotros.
Mi marido, suplicándome que se lo permitiera, prometió que sería "sólo temporal". Contra todo instinto, accedí, pero me guardé un pequeño detalle crucial.
Los dos pensaron que me habían engañado. Una semana más tarde, recibí una llamada furiosa de los dos, gritando: "¡QUÉ HABÉIS...!".
Una mañana tensa
La mañana amaneció como cualquier otra, con el traqueteo habitual de la preparación del desayuno, pero algo parecía diferente.
Mi marido no podía estarse quieto, sus movimientos eran espasmódicos y distraídos. No paraba de mirar el reloj, como si el tiempo no avanzara lo bastante rápido para él.
Intenté entablar una conversación trivial, pero cada intento se quedaba en un silencio incómodo. Su mente estaba claramente en otra parte, y los niños, al notar la tensión, permanecieron inusualmente callados.
Llamadas misteriosas
Su teléfono no paraba de sonar y cada vibración rompía el silencio que reinaba en la habitación. En lugar de atender las llamadas delante de nosotros, se escabulló a la habitación contigua, cerrando la puerta tras de sí.
Aproveché para sacar a los niños de casa y proponerles dar un paseo por el parque. Cuando salimos, no pude evitar la sensación de que algo estaba pasando a mis espaldas.
Un visitante inesperado
Al volver del parque, me sorprendió encontrarla sentada en nuestra escalera, con cara de suficiencia y sin disculparse.
Los niños se agarraron a mis manos, sintiendo algo raro. Su atrevida presencia era inquietante, como si estuviera reclamando algo.
Me quedé estupefacta, preguntándome cómo explicar la situación a mis hijos. Pero antes de que pudiera encontrar las palabras, ella se levantó, dispuesta a afrontar lo que viniera después.
Solicitud
Mi marido apareció detrás de mí, intentando calmar la creciente tormenta. Todo va bien", dijo a los niños, dirigiéndome una mirada suplicante.
Me apartó y me preguntó si podía quedarse un tiempo, insistiendo en que era algo temporal. Se me encogió el corazón de pensarlo.
No era la vida que imaginaba para nosotros, y menos para nuestros hijos. Sin embargo, aquí estábamos, en medio de una petición extraña e insondable.